Esta frase tan común encierra en sí misma más de una realidad y más de un concepto que merece la pena tener en cuenta. Podríamos decir que todos nosotros hemos sido en alguna ocasión objeto de juicios, foco de alguna opinión más o menos acertada que nos ha hecho daño o molestado.
Quién de nosotros alguna vez no ha sido objeto de juicios, foco de opiniones más o menos acertadas, burlas… sufriendo por ello.
¿Cómo hacemos frente a este tipo de situaciones?
En primer lugar tomando aire y marcando una necesaria distancia. Tampoco hay que corresponder, hay que meditar por qué esa persona o personas suelen tener esa necesidad de molestar.
Siempre hay y las habrá ese tipo de persona. Por lo tanto hay que despersonalizar sus palabras a uno mismo. Esos dardos envenenados no van contigo, no te definen para nada, así que no insistan, y si quieren puedes después prestarles tus zapatos para que vean el auténtico camino, la auténtica realidad.
Habitualmente, son las personas con una baja autoestima las que más juicios equivocados suelen emitir. Cuando una persona no se acepta a sí misma de modo incondicional, tampoco puede aceptar a los demás de la misma forma.
¿Por qué juzgamos a los demás?
Si a nadie le gusta que se le juzgue por qué juzgamos a los demás, por qué sentenciamos a esa persona… Para entender ese punto debemos ser claros con nuestra propia persona y personalidad ya que “si no quieres que se te juzgue, evita hacer lo mismo con los demás”.
Los expertos en la materia señalan que todos tendemos a encasillar o a poner categorías de la gente que nos rodea…, si es un inmaduro, un imberbe, si es vago, flojo, o irresponsable…
Y aunque es muy posible que acertemos en muchos de esos juicios dado que vivimos o nos relacionamos diariamente con ellos, debemos ser conscientes de que es algo que no debe hacerse a la ligera.
Antes de sentenciar a nadie, deberíamos de ponernos en la piel de esa persona, de cómo ve el día a día, calzarnos en definitiva sus zapatos, para ver cómo sienten, cómo reaccionan, cómo sufren, o cómo se relacionan con el mundo y nosotros.
Detrás de una persona acostumbrada a juzgar siempre existe:
1. Una baja autoestima
Cuando una persona tiene una baja autoestima, es habitual que use juicios de valor hacia otros, para situarse en una posición de control desde la cual, defenderse y protegerse a su vez de los demás.
Te tildará de “inseguro/a” o de “fracasado/a”, porque en realidad, es así como se siente él o ella misma.
Es decir, las personas con una baja autoestima proyectan en los demás sus propios vacíos e inseguridades. Lejos de ver esas dimensiones en sí mismos, es más fácil proyectarlas en los demás y enjuiciarlos.
Por otro lado, existen también otras personalidades, aquellas que después de haber vivido una situación más o menos dolorosa, no la ha procesado ni gestionado bien, quedando el rencor y el resentimiento, tan grave y dañino que le aboca a tener que enjuiciar a los demás proyectando en los demás sus amarguras, sus dolores y sombras
En lugar de afrontar las situaciones problemáticas desde una forma más abierta, creativa y con respeto, lo hacen desde un punto derrotista lanzando por su boca toda clase de calumnias.
2. Falta de empatía
Es evidente también que quien juzga sin saber solo con la idea de hacer daño, carece de empatía. No sabe leer en si mismo sus propias necesidades, sus propios vacíos, defectos o virtudes.
Es más fácil enjuiciar a los demás que hacer una lectura interna, una cura de humildad y respeto a los demás.
3. Heridas emocionales que no han sanado
Quién ha sido herido puede reaccionar de dos modos. La primera forma es obteniendo un conocimiento emocional de lo ocurrido para actuar y avanzar.
Para así ser cada día más sabio, aprendiendo de errores y gestionando mejor las determinadas situaciones que la vida nos depara. En este caso, seríamos sin duda personas más empáticas para atender mejor y entender a los demás sin encasillar a nadie.
Hay que aceptarse a sí mismo de un modo incondicional, trabajando siempre en ser mejores personas, en perfeccionar aquello en que no lo somos tanto, elevar nuestra autoestima y así podremos cambiar nuestra manera de relacionarnos con nosotros mismos y con los demás.
Vía: mentemaravillosa