El tiempo es relativo y para manejarlo solo estás tú. No hay límite en el tiempo. Cada cultura, o incluso cada persona, trata de clasificarlo en etapas bien demarcadas, pero aún así resulta imposible hacerlo. La sociedad encasilla cada etapa de la vida. Nos dice hasta aquí llega la infancia, hasta aquí la adolescencia, cuando debes de casarte…, pero se equivocan porque una persona de 70 años puede sentirse de 15. Así como a veces aparecen chicos de 10 años que se hacen preguntas trascendentales sobre el mundo y su sentido.
Si consultamos lo que ocurre en la realidad solo podemos llegar a la conclusión de que en verdad nunca es demasiado temprano, ni tampoco demasiado tarde, para la mayoría de experiencias en la vida. Nunca se es demasiado joven para aprender ni demasiado mayor para cambiar. La vida se vive en momentos no en minutos.
Deja de ser el prisionero de tu pasado y empieza a construir tu nuevo futuro si así lo deseas, vuela, vuela lo más alto que puedas, no hay barreras, como no hay edad, siempre hay segundas oportunidades, solo necesitas creer en ti mismo.
Siempre se debe hacer lo que más amas, no dejes de perseguir tus sueños por lejanos e inalcanzables que te parezcan, conviértete en aquello que siempre has querido ser, lucha por esa vida que quisiste alcanzar un día y se escapó como un pez de las manos. Porque nunca es demasiado tarde.
Aquello de que “Loro viejo no aprende a hablar” es válido seguramente para los loros, pero no para las personas.
Estamos dotados de un cerebro, de un corazón, de un cuerpo, con infinitas posibilidades. Es muy cierto que se hace más lento con los años, pero nunca será excusa para no seguir luchando.
Muchas veces nuestra vida no corresponde a lo que en verdad deseamos que sea. Es fácil dejarse atrapar por la rutina y los compromisos, y pensar que vivir es cumplir con el trabajo, sobrellevar una familia medianamente feliz y tener alguno que otro escape para la diversión. Si te sientes orgulloso de esa vida pues qué bueno, pero si no es la que deseas, pues nunca es tarde para cambiar.
Quién de nosotros no ha soñado con aprender a tocar un instrumento musical, o volverse a enamorar, o realizar un extraordinario viaje, a veces llegamos a pensar que el tiempo para realizar esos grandes sueños se esfumó.
Mientras la rutina permanece inalterada, trabajamos más en mantenerla intacta que en romperla. Pero la vida es dinámica y a veces, sobrevienen cambios que no teníamos previstos.
Viene una crisis económica y perdemos el empleo. Nuestra pareja pide el divorcio o anuncia que se quiere mudar. Muere alguien determinante para nosotros o aparece una nueva tecnología que nos deja como analfabetos.
Esos momentos de cambio nos recuerdan que el tiempo no es una línea continua y ascendente. Pero también nos evocan todo lo que podríamos llegar a ser o a hacer cuando vemos que la siguiente página de nuestras vidas está completamente en blanco.
En esos momentos de cambio es cuando puede aparecer esa suerte maravillosa en forma de locura que siempre hemos llevado dentro. Y nos preguntamos entonces “¿por qué no?” ¿Por qué no ir a buscar a esa persona con la que tuvimos un distanciamiento, pero que sigue teniendo un lugar importante en nuestras vidas? ¿Por qué no dejar de una vez por todas ese trabajo que parece inventado por nuestro peor enemigo? ¿Por qué no aprender a tocar piano, como tantas veces lo soñamos? ¿Por qué no abrir los brazos a un nuevo amor y buscarlo en entornos hasta ahora desconocidos para nosotros?
Cuando de renovarnos se trata, lo único importante es tomar la decisión. Porque nunca es demasiado tarde para nada verdaderamente importante.
Desconocemos hasta dónde somos capaces de llegar cuando arde la llama de un nuevo deseo de cambio.
Nunca es tarde para vivir, ni para amar, ni para aprender, ni para soñar. En esos terrenos somos eternamente adolescentes. Ahí vive siempre el eterno aventurero valiente que todos llevamos dentro y que saldrá a buscar buena fortuna si reconocemos que mientras estemos vivos, el tiempo nos pertenece.
Vía: lamenteesmaravillosa