Erase una vez una niña temerosa, que miraba desde una ventana muy alta. Sentía tanto miedo de bajar que veía con asombro al mundo pasar ante sus ojos.
La vida quiso que aprendiera y aunque durante mucho tiempo no quiso salir, esta se encargó de que el mundo llegara a ella tocando su puerta.
Como era una niña educada siempre terminaba abriendo temerosa, primero asomaba su cabeza y finalmente terminaba abriendo sus puertas a toda clase de criaturas: duendes, magos, hadas disfrazadas de brujas y brujas disfrazadas de hadas.
A veces, quedaba hipnotizada por los juegos del mago, que al final terminaba desapareciendo, dejando a la niña sola y triste.
A veces, le sorprendía un hada llena de hermosas palabras que se convertían en manzanas podridas, o en dardos que herían su corazón, otras sentía miedo ante una anciana que quizás no lo fuera tan mala pero que a ella le asustaba.
Quizás porque ya habían tocado a su puerta las falsas hadas, los maravillosos magos que prometían convertir en oro todo lo que tocaban o los graciosos duendes que en vez de reír lloraban… todo empezó a cambiar en su interior…
Poco a poco la niña empezó a distinguir a las hadas de las brujas, a los falsos magos de los buenos y aunque todavía en algunas ocasiones se equivocaba… un buen día se sintió profundamente feliz, una felicidad que la desbordaba haciéndole saber al mundo, porque ya no le daba miedo nada.
Ya no contemplaba el mundo desde la ventana, porque ahora era ella la que tocaba a las puertas de otras niñas y niños temerosos para enseñarles todo lo que ella había aprendido de todos aquellos huéspedes que tocaron su puerta.
Desde entonces siempre se decía a ella misma “Ya no le tengo miedo a nada”… y enseñaba a otros niños a combatir sus miedos.
Si te sientes identificad@ con las palabras de este relato. Si sientes miedo a enfrentarte a la vida, a los demás, al resto del mundo, no te preocupes o te avergüences por ello. Todos tememos a algo o a muchas cosas a la vez.
Pero la vida, la experiencia nos va enseñando poco a poco, nos va fortaleciendo y por mucho que trates de esconderte, la vida siempre llama a tu puerta. Así que hay que ser fuerte, encontrar el camino correcto para conseguir metas en la vida.
Tienes que vivir tus experiencias. La experiencia es la única que nos ayuda a crecer, a aprender de nuestros errores. No tengas miedo a equivocarte. Todos erramos, no una sino muchas veces.
Y deja de arrepentirte de lo que has hecho. En un momento dado lo pensaste así, ya sea por tu edad, por tus circunstancias, por tu personalidad… No cargues con los fallos. Una vez que has aprendido, lo único que hacen es limitarte. Así que reflexiona sin martirizarte.
Si sientes que alguien te ha hecho daño o que tú se lo has hecho, reflexiona sobre ello, perdónate o perdona a los demás y continúa el camino. No es bueno tener nuestro interior lleno de rencores que no nos conducen a nada.
Muchas veces nos encontramos perdidos, hay personas que además de querernos tienen esa habilidad para calmarnos con tan sólo dos palabras. Escúcha a tus seres queridos para tomar la decisión final aunque siempre debes ser tú quien tome la decisión.
Porque nadie mejor que uno mismo para conocerse. Muchas veces tendrás dos caminos y uno solo para elegir. Elige después de haberlo reflexionado; no te martirices con… ¿Y si hubiera elegido este otro camino? Lo hecho hecho está porque en su día creíste que era la mejor elección.
Vía: mentemaravillosa