Cuando uno/a se mira al espejo, el reflejo que proyecta, puede repercutir en nuestra conducta, y esto claro que esto puede afectar en la manera de relacionarnos con los demás y también con nosotros mismos. Es el llamado “síndrome del espejo” y es más frecuente de lo que pensamos.
El síndrome del espejo, o captotrofilia, tiene que ver con los comportamientos negativos que tenemos las personas en relación a nuestra propia imagen, distorsionándola hasta llegar a la obsesión viendo defectos o magnificando aquellos que creemos tener.
Las personas que padecen este trastorno, es gente que se pasa el día mirándose al espejo, haciéndose fotos en busca de encontrar defectos para tratar de corregirlos. Parece no haber nada malo en ello pero la realidad es que si lo hay, Siempre se mostrarán inconformes con sus atributos, así que la fijación se volverá patológica y el malestar se volverá depresión puediendo desembocar en enfermedades más graves como la tanorexia, la anorexia nerviosa, el trastorno de la distrofia corporal o incluso podría llevarlos al suicidio.
Sin duda debemos aceptarnos, convivir con nuestro físico, reconocerlo, valorarlo, buscando siempre lo positivo, analizando nuestros complejos y defectos con naturalidad, antes de buscarlos en los demás.
Al igual que ocurre al convivir con alguien, tenemos también que aprender a vivir a diario con nuestro cuerpo y sobre todo, con lo que vemos a través del espejo, que no es nada más que una proyección que hacemos de nosotros mismos.
Espejito, espejito… ¿quién es la más bonita?” decía la malvada bruja del cuento de Blancanieves. Ella hacía lo imposible para verse siempre joven y hermosa.
En la realidad no tenemos pociones o embrujos para que esto suceda, la fuente de la juventud no existe, pero sí la capacidad de amarnos tal cual somos y sobre todo, aceptarnos, sin importar la edad, los kilos, las arrugas o los centímetros.
El síndrome del espejo se vuelve una patología que atenta contra una misma cuando deriva en casos de bulimia y anorexia, dos trastornos muy frecuentes en la adolescencia y sobre todo en las mujeres, aunque no discrimina por sexo o condición económica, ya que la metrosexualidad se ha convertido en parte de la cotidianidad masculina, aunque sí quienes se encuentran en edades tempranas son más propensos.
No importa cuánto adelgacen, siempre se verán gordas y feas, producto de una distorsión a nivel cognitivo.
Cómo se sobrelleva esto… En primer lugar, hay que dejar de lado los prejuicios y las comparaciones. No somos mejores ni peores que los demás, solo diferentes, por lo tanto no hay que ajustarse al falso ideal de belleza imperante en la sociedad… Más gordo, más delgada, más alto, más pequeña, … solo son apreciaciones arbitrarias. La moda va cambiando y el canon de belleza también.
Cada uno de nosotros es bello por sus características particulares, somos únicos e irrepetibles, los seres más bonitos de toda la creación, hay que aprender a amarse y aceptarse como somos realmente.
Por otro lado, es vital empezar a reírse de uno mismo, de los errores y de lo que no nos gusta. Un toque de humor nos aliviará mucho la existencia y mejorará la relación que tenemos con nuestro cuerpo y también con los demás.
También es fundamental convertirnos en nuestros mejores amigos y cómplices. ¿Qué quiere decir esto? No prejuzgar nuestra imagen por lo que nos devuelve el espejo. Si estamos bien de ánimo, felices y satisfechos, ¿verdaderamente importa el tamaño de las caderas, el vientre o la nariz?
La única persona con la que tienes permitido compararte es contigo mismo, con nadie más. Solo has de luchar y superarte cada día, ser mejor persona y desarrollar nuevas habilidades.
Seguramente, tendrás una percepción diferente de la imagen del espejo, si te miras un día que estás triste y lo comparas con otro donde te sientes feliz.
En el momento en que nos aceptamos como somos y tenemos la capacidad de reírnos de nuestros errores y equivocaciones, sin importarnos qué refleja el espejo es cuando somos verdaderamente personas equilibradas y felices.
Vía: menteesmaravillosa